Reflexiones en bicicleta
Reseña por Ana Álvarez
Quien haya bailado al ritmo de los Talking Heads se puede sorprender de saber que el líder de esta mítica banda neoyorkina de rock, David Byrne, escribiera un libro basado en sus recorridos en bicicleta por diversas ciudades del mundo. Publicado en México por la editorial Sexto Piso en 2011, Diarios de bicicleta es un libro compuesto por un conjunto de postales urbanas que a la par de hacer campaña a favor de la movilidad en bicicleta -medio de transporte que permite una inmersión única en la vida urbana-, develan el carácter de las ciudades a partir de la arquitectura, la historia, la vida en las calles, la política, la escena artística, los sonidos, la paleta de colores, la geografía y el ánimo de sus habitantes.
Como un acto de sobrevivencia, David Byrne, este polifacético personaje (¡que también realiza instalaciones artísticas!), decidió aprovechar sus giras musicales para hacer recorridos montado en su bicicleta y tomar notas y algunas fotografías. El resultado es un auténtico diario de observaciones, descripciones, reflexiones de esos viajes que él mismo califica como fundamentales para mantener la cordura.
Más allá de lo personal, que también dota al libro de una perspectiva única, Diarios de bicicleta es un ejercicio permanente de reflexión sobre temas urbanos, políticos, sociales y artísticos a partir de realidades muy concretas. La demolición en Estambul de viejos barrios y edificios antiguos llenos de carácter le sirve, por ejemplo, para preguntarse “¿por qué hermosas ciudades, por todo el mundo, se están convirtiendo en un gigantesco laberinto de grisáceos bloques de pisos con cuadrículas de ventanas idénticas?”.
Excepto el primer capítulo que discurre sobre un conjunto de ciudades norteamericanas que van desde Detroit hasta Pittsburg, pasando por Sweetwater en Texas y Columbus en Ohio, cada capítulo corresponden a una ciudad: Berlín, Estambul, Buenos Aires, Manila, Sidney, Londres, San Francisco y Nueva York, ciudad que él pedalea cotidianamente desde hace más de treinta años. Sin embargo, el recorrido por estas ciudades no es el único hilo conductor, existen temas que atraviesan la crónica de estas ciudades y que precisamente permiten que al hablar, por ejemplo de Estambul, pueda mencionar cómo en Nueva York y otras ciudades del mundo algunos edificios no han sido en realidad diseñados por arquitectos, sino por los promotores inmobiliarios, convirtiéndose en un fenómeno global que homogeniza.
Como buen artista y ciclista, David Byrne resalta el valor de los espacios no por su belleza (como dice un amigo suyo “no tengo ningún problema con la belleza, pero no la encuentro demasiado interesante”). Lo fascinante de muchos ciudades está en lo que nos dicen de su historia y en la manera en que se habitan. Por eso, Nueva Orleans, es para él “una de las pocas ciudades con carácter de Estados Unidos, con su propia comida, su lenguaje, su música (…) hay buenas vibras: la gente te mira, habla contigo y es increíblemente simpática”.
El encuentro con diversos personajes, es otro de los importantes hilos conductores de Diarios en bicicleta. Es un lujo poder seguir al reconocido músico en sus inmersiones en las entrañas de las ciudades a través de los personajes que, por su profesión y propia curiosidad, conoce. Así viajamos de la mano de David Byrne al interior de una mansión gigantesca llena de obras de arte y con vistas al Bósforo, pero también al polo opuesto en el barrio del Sulukule, a un tugurio de bailarinas de danza del vientre en el que unos músicos hacen gemir sus instrumentos “llenos de vigor y emoción que estallan en súbitas ráfagas de intensa y hermosa tristeza”.
Atmósferas, Emociones y fuentes de inspiración emergen constantemente en los textos de este diario. Pero no son gratuitas, explican también una idea central para David Byrne: “la inspiración surge de encuentros accidentales con gente fuera de tu grupo y hay menos posibilidades de que esto ocurra si sólo te comunicas con tus amigos ” como sucede en las redes sociales. La ciudades, sus espacios de encuentro, son entonces esenciales: “la creatividad toma impulso cuando la gente se relaciona, cuando coincide en bares y cafés y se crea cierta sensación de comunidad. Nueva York, o por lo menos Manhattan, va en camino a acabar como Hong Kong o Singapur: un vasto y flamante centro comercial y de negocios. La creatividad se extinguirá en Nueva York si desparece el contacto social fortuito y frecuente.”
En esta serie de postales de diversas ciudades del mundo, la crónica de Manila es la que mejor refleja la singularidad de David Byrne. Sería muy difícil imaginar que alguien más describiera este ciudad desde esa perspectiva, en parte porque la visita del ex líder de los Talking Heads a Manila está asociada no a un concierto sino a un peculiar proceso creativo. David Byrne viaja a la capital filipina para realizar un proyecto musical inspirado en Imelda Marcos, otrora primera dama del país asiático, quien había sido gran asidua de las discotecas a finales de los años setenta y principios de los ochenta. Este lente para mirar descubre los karaokes en plena calle, el mausoleo con el cuerpo embalsamado del dictador filipino Fenrandin Marcos con música de Mozart. No es tampoco un conjunto de extravagancias, y la crónica reflexiona sobre un complejo tema político, cultural y social. Además demuestra que el lugar desde donde se miran las ciudades es central para lo que de ellas logramos descubrir.
Más allá de las singularidades de cada una de las ciudades narradas y fotografiadas en Diarios de bicicleta, lo que este conjunto de crónicas nos deja ver es que la ciudades son entes en transformación que debemos animarnos a conocer desde una relación más epidérmica, que es precisamente lo que permite la movilidad en bicicleta pero también la convicción de que las ciudades son ante todo espacios de encuentro con los otros, lo que enriquece profundamente la vida. Sus estampas son también una invitación a reflexionar sobre la manera en la que nuestra propia ciudad está cambiando y los paradigmas políticos, cultruales y sociales detrás de esos cambios.
Ana Álvarez es investigadora urbana independiente, cofundadora del colectivo Citámbulos (2003-2010), coautora de Handmade Urbanism (2013) y Urbanxchanger (2015). Fue curadora de la exposición La vuelta a la bici (2015-2016)., codirectora del documental Ciudad Grande (2017) y colaboradora en diversos proyectos cinematográficos y curatoriales.