El Bicio
Reseña por Francisco Valdés Perezgasga
El libro Biciosos, de Pedro Bravo, nos avisa, ya en su subtítulo, de que se va. Reza: “¿Por qué vamos en bici? y otras preguntas que te haces cuando vas a pedales”. Y sí, el libro está estructurado en capítulos que responden a distintas preguntas alrededor de la bici como medio de transporte y las personas que así nos movemos. Son preguntas que en su conjunto intentan resolver varios misterios: ¿Por qué cada vez más personas elegimos la bici como medio de transporte?, ¿Por qué más personas deberían de moverse en bicicleta? ¿Cómo podría lograrse que más viajes se hicieran en bici? ¿Cómo cambiarían nuestras ciudades si más viajes se hicieran en bicicleta?
En el centro de estas preguntas está, tanto como la bici, el uso masivo del automóvil de motor. Una tecnología que nos prometió la utopía de una movilidad libre y a demanda, rápida e ilimitada pero que ha desembocado en la tragedia urbanística, ambiental, social y de salud pública que hoy sufrimos en las ciudades del planeta. Una tragedia ya retratada hace 26 años por un rockero del nordeste inglés, Chris Rea, en “Road to Hell”. Quienes andamos en bici sabemos, como nos lo explica Pedro Bravo en Biciosos, que la solución a muchos de los problemas que aquejan a las sociedades urbanas modernas es un artilugio tecnológico que lleva entre nosotros cerca de ciento cincuenta años, la bicicleta. Es de agradecerse la revelación de la historia de la bicicleta tal y como la conocemos ahora, aunque confieso que eché de menos diseños más marginales como la bici recumbente o la Pedersen.
La manera que tiene el autor para contestarnos muchas de las preguntas que encabezan cada capítulo, es usando su experiencia personal, vivida en el verano de 2013. Como todo buen contador de anécdotas, Pedro utiliza un lenguaje coloquial, desenfadado. Alguien decía que leerlo era como hablar con un amigo. Lo confirmo, si tu amigo es español. Pero a pesar de los giros idiomáticos y de vocabulario, aún en los componentes de la bici (sillín, manillar, etc.), el libro debe ser de fácil lectura para cualquier lector latinoamericano. Por suerte la bici se llama siempre en el libro “bici” o “bicicleta” y no “bicla” “cicla” “burra” o “chancha” o cualquier otro de los muchos términos locales que usamos en el mundo iberoamericano.
Pero el lector debe ser advertido que el lenguaje desenfadado, coloquial, de amiguete de Pedro Bravo es sólo una capa, un nivel agradable de lectura. Pero una capa que nos introduce, si así lo queremos a otros niveles. Biciosos es también un libro profundo, docto pero sin pedanterías, con el que el lector puede aprender cosas nuevas, leer otros documentos –académicos, incluso- sumamente enriquecedores. Todo esto lo logra el autor sin usar estorbosas notas de pie de página o de referencias numeradas en el texto. Estas herramientas, aunque útiles en la literatura científica, siempre son una distracción que nos rompe el ritmo de la lectura y de su comprensión. Una extensa lista al final del libro proporciona la lista de documentos, páginas web y otros recursos para quien quiera ahondar en algunos de los temas tratados por Bravo. En suma, el autor logra producir un libro ameno y agradable pero profundo y enriquecedor al mismo tiempo.