Flâneuse

Sesión 6

Mujeres en las calles

Reseña por Soledad Martínez

Mujeres que se hacen presente en las calles de la ciudad, las caminan, las retratan, las reconfiguran y las reclaman. Éstas son las historias que nos cuenta Lauren Elkin en su libro Flâneuse, publicado en español por Malpaso Ediciones en 2017. El libro comienza con una foto en la que aparece una mujer parada en una acera, erguida, solitaria, encendiendo un cigarrillo. La fotografía ha sido tomada por otra mujer en el París de inicios del siglo XX. El lector tiene entonces la certeza de que la figura de la mujer tendrá un rol fundamental a lo largo de las páginas que leerá. Sin embargo, al enunciar las inquietudes que la llevan a escribir, la escritora apunta a un universalismo. Las preguntas sobre las que el libro indaga tienen que ver con la ciudad, la imagen de sí proyectada en el espacio público, lo visible, lo invisible, cuánto de individuo y cuánto de muchedumbre somos al caminar por las calles y, sobre todo, cuán libres somos al movernos por la ciudad, entre ciudades o entre países. El libro nos hace preguntarnos por privilegios y exclusiones: quién puede caminar por dónde. En búsqueda de respuestas, la autora nos invita a caminar junto a ella y junto a otras mujeres. A través de esas experiencias, Elkin va perfilando la especificidad de las flâneuses, que no son la versión femenina del flâneur, sino una figura a tener en cuenta en sí misma, cuya esencia reside en desafiar lo establecido: “La flâneuse existe cada vez que nos desviamos de las rutas que han trazado para nosotras y nos aventuramos a buscar nuestros propios territorios” (31).

El de Elkin es un camino que se inicia en las antípodas de lo caminable: el suburbio norteamericano. Ella creció en los suburbios cercanos a Nueva York, donde al caminar te conviertes en una extraña, en un cuerpo fuera de lugar. A partir de ahí recorremos las ciudades en las que ha vivido y en donde aprende que las mujeres no siempre han tenido la posibilidad de caminar con la misma libertad que los hombres. Elkin escribe una historia alternativa del caminar urbano que imbrica lo biográfico, lo cultural y lo histórico. Lo hace rescatando las voces de esas mujeres que han escrito sobre la ciudad, que han creado en la ciudad y que han caminado la ciudad.

Cada capítulo se sitúa en una ciudad y en un momento biográfico particular de la autora y convoca la experiencia de vida y obra de otras mujeres que han vivido allí. En el comienzo, Elkin nos lleva a Long Island, al suburbio en el que creció, en el cual caminar es una práctica improbable debido a la configuración del espacio y los modos de vida de sus habitantes. Es en Nueva York, estando ya en la universidad, cuando descubre la experiencia de andar a pie, sola, recorriendo la ciudad y creando una intimidad con ella. A su vez, la ciudad se le revela de maneras nuevas: “Al prestar atención a la ciudad empecé a prestar más atención a la política, a la literatura y a la historia de las mujeres, como si no fuera posible aprender de una sin las otras” (46). Luego leemos sobre sus experiencias como extranjera caminando por París, Londres, Venecia, y Tokio. En París y, a través de sus lecturas, Elkin comienza a acompañarse de otras mujeres en sus paseos. Logra así acceder a dimensiones menos obvias de esta ciudad que recién empieza a conocer y en la que busca forjar su vida como una mujer independiente. Compañeras claves en esta etapa son la escritora Jean Rhys, quien también llegó a París como una extranjera y los personajes de sus obras. Elkin había buscado pistas sobre esta ciudad en otros escritores como Hemingway, sin embargo, dice Elkin: “me echó para atrás la costumbre de Hemingway de abordar la ciudad y a sus habitantes con una sensación de dominio” (66). Quizás a raíz de esto elige rodearse de mujeres reales y ficticias y nos invita a recrear la tradición del caminar de las mujeres en las ciudades que, como dice, más que buscar poseer la ciudad, buscan ser parte de ella.

Tras París, visitamos Londres de la mano de Virginia Woolf y reflexionamos sobre las formas de liberación que la ciudad y el caminar han permitido a las mujeres. De Londres regresamos a París y seguimos las huellas de George Sand. Aprendemos sobre revoluciones cotidianas en la ciudad y en el tiempo de las grandes revoluciones sociales (115). Nuevamente la ciudad se muestra como el contexto que permite a las mujeres luchar por mayor independencia: “lo único que ella quería era ser independiente. La ciudad desempeñó un papel importante en ello” (123). En el capítulo de Venecia, Elkin indaga acerca del caminar laberíntico de la ciudad y sobre el acto de seguir a desconocidos, observando que la literatura está llena de casos en los que hombres acechan a mujeres. Venecia, sin embargo, nos da la oportunidad de lo contrario al familiarizamos con Sophie Calle, quien, invirtiendo los papeles, se dedicó a seguir a un hombre. En Tokio, Elkin nos lleva a preguntarnos acerca del acceso: ¿cómo accedemos a deambular una ciudad? Tokio es una ciudad cuyas diferencias son tales que resulta imposible si quiera perderse en ella: para perderse hay que haber tenido alguna orientación y Tokio le resulta innavegable. Conocer Tokio ocurre lentamente, tras grandes esfuerzos por encontrar puntos de sintonía en el idioma, en los gestos y en el ritmo de una ciudad que la convierte en una niña de nuevo al hacerla perder su capacidad de moverse con autonomía.

De vuelta en París paseamos esta vez por la tradición de las manifestaciones sociales. Su punto de vista es fresco; por una parte abraza la posibilidad de manifestarse, de poder expresar opinión respecto a las decisiones que se toman o se dejan de tomar, pero a la vez se pregunta sobre la voluntad y el riesgo de convertirse en multitud. En el siguiente capítulo, también dedicado a París, nos abrimos paso junto a Agnès Varda y el deambular de Cléo, uno de sus personajes (Cléo de 5 à 7, 1962) por la ciudad más cotidiana, adentrándonos en la discusión sobre el cuerpo de la mujer en el espacio púbico: cómo se negocia la mirada masculina, cómo se toma posesión de la calle y se cuestiona el trato que recibe el cuerpo femenino en el espacio urbano como espectáculo. El libro se encamina hacia su fin contándonos la vida y obra de Martha Gellhon como un ejemplo de mujeres que se han convertido en flâneuse no solo de una ciudad, sino que han transformado su vida en flânerie. El último capítulo es biográfico y en él la autora nos cuenta cómo después de diez años vuelve a Nueva York, donde su caminar partió. Su retorno se ve precipitado por problemas de visado, lo que le da espacio para cuestionar nuestros sentidos de pertenencia e identidad nacional y pensar acerca del privilegio de poder moverse con relativa libertad. Elkin nos hace ver lo arbitrario de estas reglas cuyo debate es uno de los grandes debates de nuestro tiempo y que, finalmente, ha sido el debate que ha sostenido a lo largo del libro: la libertad de las mujeres para moverse a pie.

El libro está maravillosamente escrito. Elkin explora y mezcla distintos registros: el autobiográfico, el biográfico, el comentario literario y algo de historiografía. Lo hace de manera orgánica. Hace que todo el libro tome la forma de un caminar en el que los focos de atención van cambiando en función del ritmo de las historias evocadas, de los acontecimientos y de sus argumentos. Es un libro que nos permite explorar las capas de la experiencia urbana y las capas de nuestra propia identidad en tanto caminantes, mujeres, ciudadanas, extranjeras, inmigrantes. Personalmente, esta lectura me ha permitido aprender sobre la figura femenina en la ciudad. He descubierto que existe una representación de la experiencia de las mujeres en la ciudad moderna producida por mujeres: la ciudad ha sido habitada, caminada, documentada, narrada y pintada por mujeres. Elkin nos adentra en esta historia y nos hace reflexionar sobre nuestras propias experiencias de libertad y represión en ciudades quizás muy distintas a las que ella ha caminado, pero en las que el acto de una mujer que se yergue en público por sí misma también ha sido y es un acto desafiante.

 

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Soledad Martínez (@dadelos_s) es flâneuse, Antropóloga (Universidad de Chile) y Doctora en Geografía Humana (University College London). Se ha dedicado a investigar las prácticas del caminar urbano, especialmente las intersecciones entre la experiencia vivida y la desigualdad urbana. Dentro de sus intereses se incluyen movilidad urbana, materialidades y afectividades, desigualdad urbana, etnografía y metodologías de investigación cualitativa experimentales.

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