El arte del paseo inglés

Sesión 29

La orden andante

Reseña por Francisco Pailliè Pérez

El libro El Arte del paseo inglés reúne extractos y ensayos cortos, traducidos al español, de algunos de los escritores ingleses, quienes durante el siglo XIV y principios del XX, retornaron al acto de caminar, y lo enaltecieron como principio estético, filosófico y político del pensamiento del hombre y la mujer modernos. Es quizás, en la relación profunda del ritmo del paseante, con la producción de la escritura, o el deseo de ésta, que se generaron los diferentes textos que en este libro nos presenta Luigi Amara, aduciendo a que hay algo en estas palabras y recorridos que funda una manera, la manera inglesa, de recorrer el mundo.

Iniciando el libro con Thomas da Quincey, y William Hazlitt, se plantean quizás dos fundamentos claves: que para caminar es igual de importante el caminante como el recorrido, pues el trayecto mismo esconde o da información a quien camina. De ahí que en la estructura de esta antología, aparezcan luego los recuentos que Charles Dickens hace sobre sus paseos nocturnos, y su afinidad por describir las calles de Londres, pasión que lo conecta con el ensayista y caminante Robert Luis Stevenson. De las correrías de la ciudad, a la aventura del campo, El Arte del Paseo Inglés, nos recuerda que la afinidad por la caminata se encuentra influenciada por los paseos de los poetas románticos Wordsworth y Coleridge; el encargado de hacerlo es Leslie Stephen quien, en su evocación reflexiva, asegura que los pies son la mejor manera para encontrarnos con la madre tierra, y que las mejores aventuras del hombre están impregnadas del aire fresco de la montaña.

No en vano, el libro nos hace una jugarreta, cuando tras breves instantes de habernos impregnado del entusiasmo peripatético y el deseo de dejarlo todo, para buscar aliados y tomar camino, nos entrega un breve ensayo del incomparable Max Beerbohm. En su texto, salir a dar un paseo, con amargo humor, Beerbohm denuncia las razones por las cuales, a pesar de que le gusta caminar, odia ser parte de un paseo; en su corto texto, además, conecta nuevamente la idea de que uno no solo es paseante, sino que es paseante del lugar en que se pasea, y asegura que quizás cuando se piensa en Londres, se piensa en la multitud, el ruido, la bruma y la sordidez que esconden al individuo y le otorgan libertad. Le sigue Arthur Machen, quien recupera y resalta los valores de Londres, como aquella ciudad que hizo a todos los escritores que aparecen en este libro, merecedores del término inglés; una ciudad que se deja recorrer y se deja describir, y que cuando se camina se presencian episodios inquietantes, tanto en la mente como en el paisaje.

Las aventuras de Londres son continuadas por Virginia Woolf, hija de Stephen, y única escritora femenina de esta selección. En su texto, contemporáneo de Al Faro, y cercano en fechas a su famoso discurso Una Habitación Propia, esta estupenda escritora no sólo da evidencias de su consabida afinidad por caminar las calles de Londres, sino que además, demuestra cómo caminar puede ser una terapia absoluta para obliterarse a uno mismo e integrarse con los otros, entender al otro, escribir al otro, y volver a ser uno, sin ser necesariamente nosotros mismos. La intensidad poética con que narra su pasión por conseguir un lápiz, en una tarde cualquiera, entre la hora del té y la cena, nos permite reconocer que caminar, “escapar” de ser nosotros es el mayor de los placeres; y regresar un acto tierno que nos rescata.

Cierra la antología, con las palabras crudas y viscerales de Aldous Huxley, quien no solo se consagra como gran escritor, sino que además, como el mejor de los pupilos de la clase, renuncia a las enseñanzas moralistas de sus maestros caminantes, sobre todo del romántico poeta Wordsworth, a quien acusa, no sólo de enaltecer en vano la caminata y sus facultades, sino que le recrimina su real desconocimiento de la naturaleza, sus bondades y sus amenazas. Y como en un bajón de realidad, nos asegura que los hombres no solo vinimos al mundo a pensar, sino que en realidad vinimos a vivir. A veces, preservando en nuestro interior al hombre y al ciudadano, al Dr. Jekyll y Mr Hyde (una referencia a R.L.Stevenson), al ser espontáneo y ser animal; de ahí que caminar requiera de nuestra mente, pero también de nuestras rodillas.

Al cerrar el libro, queda la evocación absoluta de la existencia secreta (o no tan secreta) de la Orden Andante (Avanzada Inglesa); y aunque a algún lector le parezca que falta uno que otro caminante por ser agregado a la lista y a algún caminante le parezca que falta uno que otro escritor, la antología nos da un panorama amplio y completo de reflexiones, pensamientos, rutas y modos de asumir el arte del paseo. Pues aunque de los escritores aquí retratados, le deben algunos de sus textos a la dinámica de su andar, no todos coinciden en el modo de hacerlo.Y es que quizás éste es el verdadero fundamento de dicha orden: no ceñirse siempre a la lógica del movimiento controlado, o de la tendencia de la multitud, sino más bien fundirse en el movimiento para resaltar los términos radicales de la movilidad a pie.

Los andantes, mujeres y hombres, de verdad caminan sin pretender. Y aunque para algunos, el acto de pasearse todo el día por las calles y caminos, divagando y sin prisa, parezca meramente burgués -y puede que lo sea-, en realidad desprovee hasta de la pretensión de clase de la que se le acusa al come tiempo; es que caminar nos hace sospechosos para los demás. El valor de la orden andante, es que camuflados en su acción, distraídos por sus pasos, van por los caminos y calles recuperando espacio, ganando lugares, reconquistando territorios. Los caminantes son a la vez un poco detectives y un poco criminales de su época.

Una última reflexión, invita a abrir el libro de nuevo. Los caminantes son detectives y criminales de su época, pero el tiempo no existe sin lugar. Y al releer las palabras de introducción, Luigi Amara reafirma una clave con la cual leer el libro: el genius loci. Aunque el título del libro ya debía ser pista suficiente, la referencia al espíritu del lugar, confirma que cada quien es caminante de sus rumbos, y aunque al caminar se elude el reino de la eficacia, la lógica y lo instrumental, cada esquina de una ciudad contiene pasadizos, callejones, y atajos a una ciudad oculta e imprevista, a una ciudad interior dentro de la ciudad. El Arte del Paseo Inglés, antecesor inmediato de la psicogegrafía, es el arte de deambular sin pretensión, a la vez que se descubre el misterio transitorio y los secretos guardados en las fisuras de la urbanística.

Considero, como anotación final y personal, que todo aquel que disfrute de las caminatas, los paseos diurnos y nocturnos, las correrías por la ciudad y el campo, estará mucho mejor acompañado cuando camine en compañía de las voces pasadas de estos miembros de la orden del paseo inglés.

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Francisco Pailliè Pérez (@PakikoP) es co-fundador y director de proyectos de dérive LAB, realiza consultoría e investigación para diversas entidades en México y Colombia. También es director de la Editorial El Caminante.

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